HAGÁMOSLO REAL.

Siempre he dicho que todo lo que pasa por nuestra mente es algo indeterminado, ideal, inmaterial y vago hasta que se lo contamos al mundo. Y yo siempre he sido la loca que convierte en real lo abstracto escribiendo al respecto. Digamos que mientras todos acumulan pensamientos y los clasifican mentalmente, yo me dedico a plasmarlos en letras y con eso dejar huellas. Es algo que te permite recordar a la perfección lo que sentiste y cómo lo sentiste en un momento determinado y que no se vea manchado por el paso del tiempo. Si tienes la capacidad de escribir bien y describir con precisión incluso puedes llegar a expermentar las mismas sensaciones aunque los años se te acumulen en los hombros. Pero soy consciente de que no todo el mundo tiene la facilidad de expresar con exactitud un pensamiento, un sentimiento o una sensación; y no porque no posean los mismos instrumentos o no conozcan las mismas reglas que yo, sino porque llegan a ser conscientes de que al pasarlo al formato físico y perceptible es más accesible y eso asusta. Podría decir que yo también pasé por eso, pero mentiría. Desde que tengo uso de razón he creido que todo lo que hay en nuestra mente necesita ser expulsado al exterior en forma de algo palpable. Unos lo llaman arte. Yo lo llamo expresión. Muchos la limitan. Yo no. Lo consideraría desperdiciar una habilidad humana. Una habilidad hermosa que nos distingue del resto de seres. Y lo que la hace más hermosa aun es el hecho de que cada uno es especialista en expresarse de una manera distinta. Pero desafortunadamente el mundo es una congregación de artistas cobardes que por miedo permanecen como simples observadores y que aplauden a los valientes que se atreven a demostrar que es posible realizar la mente, porque todo lo que está en ella, existe. Y así va el mundo, temiendo hacer realidad todos los sueños.