14.2.12

LA VELOCIDAD

Dicen que la vida tiene un ritmo, que el tiempo no pasa ni rápido ni lento, que tan solo avanza y nunca se detiene. Nosotros, como esclavos de este hecho, tenemos que adaptarnos a esta viveza, a esta aceleración. Muchos no son capaces de apresurarse y amoldarse. Otros, en cambio, por diversos motivos toman un impulso exagerado y adquieren una velocidad extrema que les hace ver la vida desde otra perspectiva, desde otro ángulo. Y la velocidad es atrevida, es poco consecuente, es excitante, provocadora e imprudente, es atroz y salvaje, aventurera y tentadora. En la velocidad no caben dudas. La velocidad te ofrece triunfos, metas, éxito, gloria al igual que te roba posibilidades, hace que te pierdas, hace que saltes, te provoca miedos e inseguridades. La velocidad rechaza errores, no comprende de recuerdos y miradas al pasado, si caes, te levantas y continuas adelante. A mil kilómetros por hora uno no puede pensar, no puede amar, no puede plantearse alternativas. Si te distraes, te estrellas. Pierdes el control si vacilas. No hay frenos, solo existen las miradas al horizonte y acelerar para descubrir lo que hay detrás de él. Pero la velocidad es como el caos, solo los más fuertes sobreviven a él y a su locura. La velocidad desequilibra, te distrae y manipula. No te otorga tiempo para sentir, porque el tiempo pasa tan rápido que no puedes permitirte titubear. La velocidad te separa, te aísla y te encierra. Te hace más fuerte ante todos y más débil ante ti mismo. Puede arrebatarte el volante y tomar el mando. Provoca que veas los detalles más brillantes y te distrae de lo significante. La velocidad te pierde, te anula, te enloquece, te conduce a dejar atrás la cordura. Si algo puedo decirte respecto a la velocidad es que te hace grande mientras te empequeñece. Una vez que decides sobrepasar los límites olvidas cómo moderar tus deseos y ya no puedes desacelerar. Acuérdate de no temer dejar de pisar el pedal.

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