Dos cigarros a medio fumar se consumen en un cenicero de metal colocado en el quicio de la ventana. Desde mi silla de madera tengo los pies levantados apoyados al lado. Él también permanece sentado. Ambos observamos sin querer algo indeterminado por los cristales. Yo golpeo sucesivamente mis uñas contra el posa-brazo izquierdo. Él arremolina su bigote sobre el dedo índice. Ambos esperamos que pase aquello que sabemos que no va a pasar. Rompo el silencio:
- ¿Por qué? - Le pregunto en forma de acusación.
- ¿Por qué no? - Me responde impasible.
- ¿Por qué yo? - Insisto, concretando la pregunta.
- Porque tú puedes soportarlo. Otros no. Eso te hará fuerte entre la multitud. - Me contesta con tal naturalidad que parece que tenga la respuesta pensada desde hace horas.
- ¿Por qué ahora? - Quiero indagar hasta saber hasta dónde puedo llegar.
- Porque antes era demasiado pronto y no estabas preparada y más tarde tu fortaleza hará que lo asimiles sin que duela. El momento es ahora.
- ¿Por qué duele? - Pregunto con tristeza al recibir esa respuesta.
- Porque sientes; eso te recuerda que eres humana y que estas viva. - Me dice sin inquietarse.
- ¿Y Por qué otra vez? - Continúo.
- ¿No te he hablado nunca del eterno retorno? - Me mira fijamente hacia los ojos.
- No. - Simple, breve.
Atrapa un cigarro nuevo entre los dedos, me indica que le pase el encendedor y vuelve a la postura inicial. Por un momento le miro y parece que la conversación ha terminado. Suspiro y vuelvo a mirar al frente. Entonces comienza:
- ¿Cómo reaccionarías si ahora mismo te confesara que todo lo que vivas ahora lo volverás a vivir? ¿Te atreverías a decirme que eres tan feliz que no temes otra vida como esta? ¿Cuántos segundos tardarías en pararte a pensar qué cambiarías y qué dejarías tal como está? ¿Qué te aventurarías a alterar en un presente, teniendo en cuenta que tu futuro se verá afectado por ello? ¿Qué quieres vivir infinita y repetidamente? ¿Qué te bastaría vivir una sola vez, por lo que no te importa no vivirlo nunca?
He tenido que callar. Mientras él pega varias caladas, yo pienso. En seguida me doy cuenta que la solución radica en responder a cada una de esas preguntas sin razonar demasiado. Pero hay algo que no entiendo; basándome en que damos por hecho que la vida es algo finito, que tiene un comienzo y tiene un fin, no considero que lo que me esté diciendo sea algo relevante, sino algo redundante y evidente. Entonces hablo:
- ¿Me estás diciendo que viva la vida como si hubiera una sola? - Pregunté dubitativa.
- No, te estoy diciendo que vivas la vida como si fueras a vivir la misma una y otra vez infinitamente sin descanso. - Concluye Friedrich.
Dios!, es que si esto lo escribes tú, de veras tienes talento.
ResponderEliminarReflexión absolutamente genial. De verdad. Genia :)
ResponderEliminarQue hermosa entrada♥
ResponderEliminarsoy nueva, te sigo, ¿leerías mi historia? c: