Ya no quiere que le quiera.
Ya no quiere que le llueva
para luego iluminarle
con mi sonrisa cuando amanezca.
Ya no quiere que le duela
para luego hacerle risas
cuando menos se lo espera.
Ya no quiere que le quiera.
Ya no quiere que le empape
cada noche como si se tratara
de colores de acuarela.
Ya no quiere ser mi vela,
ni que mi cintura
sea el mechero que le encienda.
Ya no quiere que le quiera.
Ya no quiere perderse
para que más tarde sea yo
la afortunada que le encuentra.
Ya no quiere que le convierta
en la estrella de mi película,
ni en el protagonista de mi novela.
Ya no quiere que le quiera,
pero aún no me ha explicado
cómo cojones puedo dejar de quererle.
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