- Mírate.
Alzó la vista. Odiaba que la vieran llorar, pero con ella ya le daba igual. La conocía demasiado. Bajó la vista de nuevo. Le dio una calada al cigarro y respiró hondo. Quizás el humo la consumiera, más. Nada.
- Deja de fumar; te matará.
Sonó una carcajada sarcástica que llenó el silencio de la noche.
- ¿Matarme esto? He probado drogas peores; algunas hasta tenían nombre y apellidos. Hay vicios más mortíferos que este, te lo puedo asegurar.
Y para demostrárselo, volvió a absorber fuerte el tabaco. Cerró los ojos y levantó la barbilla, como si mirara al cielo. Estaba harta ya de responder; de explicar. Estaba cansada, eso es todo.
- Tú tienes la culpa de la mitad; lo sabes.
- Vaya; has venido a recordármelo, gracias.
- Tú elegiste esto. Tú elegiste mundo antes que personas. Tú elegiste cielo antes que tierra. Esta es la vida que has elegido; ahora estás empezando a vivir las consecuencias de tus decisiones y tus actos. Y, por cómo te veo, creo que son más catastróficas de lo que imaginabas.
Ya está. Ya había echado toda la sal en la herida. Si en algún momento se había planteado la posibilidad de dejar de llorar, esa posibilidad se había esfumado. Sonrió. Pero fue una sonrisa de esas que esbozas cuando te has rendido; de esas, no falsas, pero carentes de emoción.
- Culpable. - susurró lo suficientemente fuerte como para oírse a si misma.
- Pues muévete. Ya has elegido; sal ahí, lucha por lo que quieres.
- No sé por qué ni por quién luchar.
- Lucha por ti; para ti.
- Hace mucho tiempo que dejé de ser yo sola. Hace mucho tiempo que es fácil equivocarse. Hace mucho tiempo que lo único que quiero es aquello que no puedo tener.
Parpadeó y observó el pequeño charco de agua salada que se había formado en el suelo. Se limpió los ojos, ya tenía suficiente con no ver clara la vida, como para encima verla más borrosa aún.
- Mírame; escúchame. No sabes lo que quieres porque has tenido algo que nunca tuviste, algo con lo que hasta ahora no habías contado. Tienes tres opciones: seguir hacia delante, como siempre te prometiste, sin que nada ni nadie interfiera en tu camino; pararte y disfrutar de las vistas, aunque quizás eso te robe parte de tu tiempo, y por consiguiente, experiencias que siempre soñaste; o tomar la última opción. Ya sabes cuál es y no tengo que explicártela; es la más arriesgada y requiere mucha paciencia y disposición. Puede salir como deseas, o puede no salir. Aquí no hay término medio.
- Sigo sin saber qué hacer.
- Normal. Las decisiones importantes se toman a última hora, sin pensar, porque son las que decide el corazón. Recuerda que el corazón no tiene cabeza.
- Lo sé, por su culpa estoy aquí.
Me maravillo a cada entrada que leo, seguro lo has leido muchas veces, pero tienes un verdadero don para expresarte. Gracias.
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